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Sobre versiones

Otra entrada copiada, que hasta podría entrar en la categoría QBEC Crea Tendencia. Hoy, un reportaje de El País en el que se intenta ver el porqué de la resurección masiva de discos de versiones, una de las grandes preocupaciones de este, vuestro blog, como se pudo ver allá por julio con esa entrada de ‘Tipologías de canciones‘, y de las cuales se ha hablado más adelante.

 

¿PARA QUÉ CREAR? VERSIONA (Por Íñigo López Palacios)

Músicos consagrados compiten con recopilaciones de éxitos ajenos – ¿Homenaje a los grandes o crisis de creatividad? – La industria agradece el camino fácil.

Es casi epidémico. En los últimos meses grupos de todos los estilos, muchos de ellos considerados clásicos, han publicado discos con canciones de otros. No hay datos concretos, pero se multiplican. Es una avalancha de veteranos revisionistas. Por citar unos cuantos: Peter Gabriel, Santana, Eric Clapton, Phil Collins, Marc Anthony, Liza Minnelli, Rod Stewart, Tom Jones, Cyndi Lauper, Brian Wilson, Herbie Hanckock o Robert Wyatt. «Cuando hablamos de discos de versiones rápidamente me vienen a la cabeza cuatro motivos por los que un artista se quiere enfrentar a tal reto: la vagancia, la falta de creatividad, la búsqueda del dinero rápido o el auténtico y sentido homenaje», dice Leopoldo Alcaraz, jefe de producto musical de FNAC España.

Sea lo que sea, funciona. Una mirada rápida a la lista de los discos más vendidos en España esta semana permite ver que en el tercer puesto está Going back, el doble álbum de Phil Collins de versiones de soul de los sesenta. En el cinco, el de Eric Clapton. Santana, tocando trillados temas de guitarra, está también entre los 20 primeros.

«Phil Collins tuvo un éxito brutal hace muchos años con una versión de Supremes, supongo que algún espabilado le ha dicho que haga un disco entero así», especula Javier Liñán, director de la discográfica independiente El Volcán, y la persona que ha coordinado Viaje satélite alrededor de Carlos Berlanga, un álbum en el que 22 artistas nacionales reinterpretan canciones del fallecido músico español. Un respetuoso tributo que ha entrado en el puesto 35 de la lista. «Los casos que mencionas suelen ser estrategias de mercadotecnia, no sinceros homenajes la mayoría de las veces. Es gente que no vende un disco de canciones originales hace mucho tiempo. Muchos de ellos ni siquiera son autores. Necesitan girar, y facturar. Por eso hacen este tipo de proyectos conceptuales basados en repertorios de demostrado éxito. Cada caso se merece un análisis aislado, pero en general siempre obedece a estrategias para revitalizar carreras apoyadas en repertorios de éxito demostrado», dice.

Con la industria discográfica sufriendo una larga agonía, los nuevos lanzamientos han pasado a un segundo plano de relevancia comercial. Eso permite por un lado que los artistas valientes corran más riesgos, pero también crea una especie de desgana que hace que los músicos con contratos que les obligan a entregar discos se los quiten de encima con lo primero que se les ocurre: un directo, el enésimo recopilatorio… o versiones. Pero tampoco es justo apuntar solo a los veteranos. The Baseballs, un trío alemán de rockabilly vocal formado en 2007 por tres veinteañeros lleva 400.000 copias colocadas en toda Europa de Strike back!, su disco de presentación. Su baza son las versiones al estilo del rock and roll de los cincuenta de éxitos recientes del pop como ‘Umbrella’, de Rihanna, o ‘Poker face’, de Lady Gaga. «No es una invención nuestra, ni es nueva. Así surgió el rock and roll. Tocamos las canciones que nos gustan en el estilo que nos gusta. Lo mismo que hacían Elvis o Jerry Lee Lewis. Cuando escuchas rock and roll, es tan importante lo que les pasa a tus oídos como lo que les ocurre a tus pies. Es escuchar música como si fueras niño. No piensas en el mensaje de las canciones. Simplemente sientes que te hacen feliz», dice Basti (Sebastian Raetzel), miembro del grupo.

Al otro lado del Atlántico pasan cosas parecidas. La serie estadounidense de televisión Glee es un musical dirigido al público juvenil; un fenómeno que esta semana ha superado a los Beatles en el número de canciones en el top 100. A los de Liverpool les costó cinco años incluir 75 canciones en lista. El reparto de Glee lo ha logrado en 14 meses. Su discográfica, Sony, cuelga las canciones en Internet inmediatamente después de la emisión de cada capítulo. Y del último han entrado seis: cinco versiones de Britney Spears y una de Paramore , grupo que se hizo famoso por participar en la banda sonora de Crepúsculo.

Es algo parecido a lo que hizo Operación Triunfo en sus primeras ediciones cuando los discos de los triunfitos eran cada semana los discos más vendidos despertando airadas reacciones de músicos como Manolo Garcia. «No dudo que OT tenga permiso legal para utilizar mi canción, pero desde luego no cuenta con mi aprobación. Y me hubiera gustado que se me preguntara si quería formar parte de este -perdonen pero es lo que a mí me parece- circo. Una cosa es que la ley permita publicar discos con nuevas versiones sin mi autorización y otra muy diferente, creo yo, es que sin yo quererlo me vea incluido en un programa de televisión con cuya filosofía y valores no comulgo en absoluto», escribía en 2002.

Porque legalmente hay una diferencia entre interpretar una canción ajena y hacer una obra derivada. «Si la cantas igual que la original, o con modificaciones menores en la instrumentación, simplemente hay que pagar los derechos correspondientes al autor o sus herederos legales. Pero si modificas el tema, es el caso de un cambio en la letra o una traducción, hay además que pedir permiso», explica Paloma Llaneza, abogada especializada en derechos de autor y nuevas tecnologías. El problema a veces es saber cuándo se pasa esa frontera. «Si se reconoce por parte del intérprete se llega a un acuerdo. Si no, se entra en temas judiciales. Es básicamente un mecanismo de prueba».

En un mundo desmemoriado, a veces de lo que se trata es de recuperar un tema olvidado pero reconocible. «Una canción de éxito, si no está muy trillada, la vuelves a grabar y es un éxito otra vez. Hay que saber pillar el pulso de los tiempos y de las tendencias y elegir la canción adecuada en el momento adecuado», dice Liñán. De lo que se trata en ocasiones es de llevarla de un público a otro, como han hecho The Baseballs: «Hay gente que piensa que los temas son nuestros. Generalmente el público de otras generaciones, que no está al tanto de las listas de éxitos. Y, al revés, hay jóvenes que creen que se trata de temas de Elvis. Versión es un término muy amplio. A menudo la gente piensa que es solo cantar canciones que otros cantaron antes. Pero no es tan sencillo. No se trata de hacer karaoke, sino de arreglarla en una nueva manera. De deconstruir la original y reconstruirla. A veces funciona, otras veces la nueva versión no es tan diferente de la original. Pero si funciona, el efecto puede ser muy grande. Si hacer versiones fuera tan poco creativo ‘Hound dog’ sería aún un blues lento, ‘That’s all right mama’ no te haría bailar y ‘Whole lotta shakin’ goin’ on’ solo la conocería un puñado de personas».

Pero cada caso es un mundo. «No tiene nada que ver Rod Stewart, que lleva no sé cuántos Songsbooks y que se ha convertido casi en un artista que solo hace temas de otros, con el de Tom Jones, que es un disco de música religiosa, muy ambicioso. ¿Todos están cogiendo el camino fácil? No. Hace 40 años que se hacen discos de covers y los ha habido de todos los colores», explica Paul Reidy, jefe de producto de la discográfica Universal.

Es verdad. El mundo del jazz lleva décadas revisando los mismos estándares y nadie se atrevería a cuestionar la creatividad de Miles Davis ni cuando tocaba Time after time, de Cindy Lauper. Quizás uno de los problemas al analizar estos fenómenos es la idea de que si varias cosas similares coinciden en el mismo lugar, al mismo tiempo, se trata de un contagio y, según Reidy, esto no tiene por qué ser así. «Hay dos cosas diferentes. Por un lado yo creo que es casualidad que todos estos artistas hayan hecho estos álbumes. Lo que no creo que sea tan aleatorio es que todos se hayan publicado en el último trimestre del año. Muchos están destinados a ser producto navideño. No requiere tanto esfuerzo por parte del oyente. Cuando presentamos una versión a la radio son más receptivos. Es un pelín más fácil que un repertorio desconocido».

Vista la dramática situación del mercado, que en España es aún peor (las ventas han caído en el primer semestre de 2010 casi un 13%, encadenando nueve años de descenso), cuando un músico conocido llega con un proyecto así la firma debe respirar. «Si aparece Metallica diciendo que va a hacer un disco orquestal de folk irlandés del siglo XVII te da un poco de yuyu. Pero, si te proponen un disco que se corresponde con sus influencias, que sabes que van a interpretar con dignidad y criterio, nadie se pone nervioso», reconoce Reidy. O, como explica Liñán: «No es que se venda más que con temas originales, pero el hacer un disco con canciones nuevas y que funcione es muy difícil».

Es un mundo complicado para jóvenes y veteranos por igual. En septiembre Music Week, la biblia de la industria musical británica, dedicaba su portada a la desaparición del rock y el indie de las listas de ventas del país. «El resurgimiento del pop y la urban music está enviando al rock a los libros de historia», afirmaba. Si tenemos en cuenta que el tema de rock que más se ha vendido en Reino Unido en 2010 es ‘Don’t stop believin», de Journey, editado originalmente en 1982, parece lógico que los músicos miren para atrás.

Si esta moda es circunstancial, una retirada a los cuarteles de invierno esperando a que el tiempo mejore, mal. Pero si se trata de una crisis de creatividad, de una rendición al constatar que ya no hay nada que hacer, la situación entonces roza lo dramático. El primer disco español de versiones que aparece en la lista de los más vendidos es Introversiones, de Celtas Cortos. Los vallisoletanos han decidido adaptar canciones que les han influido. «Surgió de forma furtiva. El próximo disco de canciones propias estaba lejos. En principio, era plasmar la gratitud a artistas que nos han dejado huella. Es cierto que cuando publicas un disco nuevo de partida ya cuentas con el fracaso, o con el no-éxito al menos. Desde luego es una manera de darte aire a ti mismo y de tomar un poco de perspectiva y tomar tiempo para lo que puedas hacer después», dice Alberto García, violinista del grupo vallisoletano. «Te lo puedes tomar, si quieres, como una falta de ideas. Pero yo lo veo como probar de otro plato. Se le puede dar la razón o quitar al que lo diga dependiendo de lo que venga detrás».

 

EXPERIENCIAS PRECOCINADAS, por Diego Manrique

Hubo una época en que lanzar un disco de versiones constituía todo un desafío estético. A principios de los setenta, el rock empezaba a ser consciente de su trayectoria -se habían publicado las primeras historias y enciclopedias- y hacía memoria. David Bowie evocaba en Pin ups (1973) el excitante Londres de los mods y la primera psicodelia. Coincidía con These foolish things, debut de Bryan Ferry como solista, que aplicaba sensibilidad del pop art a improbables temas de Dylan o los Stones. Unos meses más tarde, con Moondog matinee, The Band recuperaba su duro aprendizaje en locales de tercera división. Y Lennon iniciaba la grabación de su Rock ‘n’ roll.

Todos esos discos mostraban voluntad reivindicativa, a veces incluso contenían argumentos contrarios al purismo dominante. Ferry ampliaba las fronteras musicales y emocionales del pop al recuperar el tema que daba título al disco, un standard de 1936. Hasta The Band rompía su ortodoxia con la interpretación del cinematográfico El tercer hombre. Las motivaciones de fondo eran variadas pero, incluso entre los que necesitaban rellenar un hueco y salir del paso, latía la esperanza de que el viaje al pasado tuviera propiedades vigorizantes, que sirviera para recuperar la pasión primigenia.

Cierto que, en 1973, los cincuenta y los sesenta parecían un país remoto. Hoy, el pasado vive entre nosotros y nos muestra su perfil más favorecedor. El cine, la publicidad, las series recurren al inmenso poder de las canciones añejas. No se requieren máquinas del tiempo: las reediciones, las remasterizaciones, las ediciones conmemorativas nos traen las glorias pretéritas.

En el tiempo del reciclaje, todo es recuperable con un pellizco de ironía. La colección de versiones forma parte del abanico de opciones útiles para estirar una carrera, como el desenchufado, los duetos, las remezclas, el rick rubin, la inmersión en la world music, el disco con orquesta de cuerdas o metales…

Lo saben personajes como Clive Davis, el disquero del concepto vendedor, que rige los pasos de Rod Stewart o Carlos Santana. La fórmula: juntas un cancionero inoxidable con una cara reconocible y ya tienes una oferta irresistible para ese tipo de consumidor que ignora los placeres de las versiones originales o los dramas del proceso de creación; prefiere emociones premasticadas, uniformidad sonora, digestiones fáciles. Por el precio que paga por lo nuevo de Phil Collins, podría comprarse una caja llena de prodigios de Motown. Pero eso exigiría un esfuerzo. Exigiría cultura.

 

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Tipologías de versiones

Mucho se habla de las versiones que se hacen de las canciones, y muchos blogs suelen optar por poner la original y varias versiones y comentarlas, como en las ‘relecturas’ de Musiqueando, por mencionar un blog amiguete. De las pinículas se suelen llamar remakes, pero eso es otro tema que prefiero no tratar, y tampoco tienen muy buena prensa en general (¡lanzo el guante a quien lo quiera recoger y escribir sobre ese tema!). Con los libros, se pueden hacer reediciones con traducciones diferentes, pero en el idioma original esa posibilidad no suele existir – claro, casos como El Quijote u obras de Shakespeare, trasladándolo al castellano o inglés actual. Nos dedicaremos a las musicales, entonces.

Para empezar, varias preguntas:

¿Para qué se hacen las versiones? ¿Por qué un grupo elige una canción concreta de otra persona y la toca, graba y demás?

Creo que para responder a esta pregunta hay que plantearse qué tipo de versiones hay en la música, y porqué (creo) que se hacen. Obviamente, no vengo de profeta por la vida, pero cuando se suele hablar de versiones, se podría dividir en general en una de las siguientes tipologías.

Versiones literales: estas son bastante comunes, pero creo que sobre todo en los comienzos de la industria musical masiva, con Elvis, The Beatles, Frank Sinatra, etc. Básicamente, son versiones que utilizan la misma letra y la misma música, dentro de las posibilidades interpretativas (y vale, la musicalidad de la voz como instrumento, si nos ponemos pedantes). Supongo que en muchos casos se hacía para que un artista emergente o semiconocido se apoyase en uno de sus referentes. Esta peaso reflexión me ha venido después de ver cómo por ejemplo Elvis Presley mete ‘Blue Suede Shoes’ de Carl Perkins (1955), ‘I Got A Woman’ de Ray Charles o ‘Tutti Frutti’ de Little Richard en su primer disco (Elvis, 1956), o The Beatles meten ‘Roll Over Beethoven’ en With The Beatles (1963). También hablar de los discos-homenaje a cantantes, o cantantes consagrados que ‘aprueban’ a posibles discípulos metiendo algún temazo suyo cantado por ellos en un disco o un concierto. En este sentido podríamos decir que hay versiones ‘literales’ para lanzarse al estrellato, otros de reconocimiento de los ‘discípulos’, y otra de reconocimiento del ‘maestro’. Aunque vamos, esta tipología de versiones las suelo ver como eso, homenaje, sea cual sea la motivación (incluida ésta o ésta). Supongo que en esta categoría deberían entrar las ‘cover bands’ – o ‘bandas tributo’ –, pero… pasando. No terminan de molar.

Versiones en la música: también común a patadas, en todas las épocas y todos los estilos que se quiera. Ponerte a hacer una lista puede hacerte echar un par de vidas (aunque siempre se puede echar un ojo a webs como Second Hand Songs, Cover Vs. Originals o The Covers Proyect). Me refiero a las versiones donde se mantiene la letra, pero la música cambia. Y hay versiones de todo tipo, desde dentro de un mismo estilo hasta versiones que nos dejan alucinando como la versión de ‘Bad Romance’ de Lady Gaga que ha hecho Lissie hace más bien poco, y que ya colgué en un post anterior junto a otras versiones de la misma canción. Sobre las motivaciones, de todo hay, desde homenajear dentro de un mismo mundo hasta, creo yo, reconocer al Mundo De La Música en general dejando a muchos pensando si es ortodoxo dentro del moderneo-coolismo cantar letras hechas famosas por Britney Spears o mover las caderas salseramente al ritmo de ‘Dancing Shoes’ de Artic Monkeys. Y decir que este tipo de versiones son las que hacen que los análisis textuales de las canciones para explicar comportamientos y significados a nivel identitario no valgan para gran cosa.

Luego está la tercera y – desde mi punto de vista – más curiosa variedad: misma música y diferente letra. Porque normalmente se tiende a hacer desde las traducciones de canciones tipo ‘Lola’ de M-Clan que comentábamos en el post sobre The Kinks hasta coñas de todo tipo en el idioma que sea. Desde Richard Cheese hasta El Reno Renardo, pasando por Siniestro Total, Gigatrón o Los Berzas. Pero eso, luego llegamos a la especialización local, y que parece que algunos ‘arti-tas internasionaleh’ como Shakira o así hacen por defecto, como sufrim… como vimos con el ‘Waka-Waka’ este del Mundial. Y esta especialización son las versiones que consisten en la traducción y ajuste del texto (por aquello de que cuadre con la música). ¿Y motivaciones? Pues incluso las que son coña, diría que un claro homenaje a los creadores originales – aunque habrá casos en los que supongo simplemente el grupo B vea que una canción se ajusta a la sarta de paridas que va saliendo, como en ‘Camino Moria’ (no veo a El Reno Renardo homenajeando de todo corazón a Gabinete Caligari).

Por último, y como cosa mencionable, también están los casos donde se meten ‘morcillas’ de algunas canciones en otras las, desde Joaquín Sabina metiendo ‘Knockin’ On Heaven’s Door’ allá donde puede, como punkarras tipo Piperrak metiendo una parte de ‘Pedro Navaja’ (acabo de escuchar la canción y al grupo después de… muchísimo tiempo, y joder, no hay quien lo aguante. Y en casos como este segundo, la sorpresa es mayúscula bastante sorpresa.

En fin, el 85 % de esto lo tenía escrito de hace un ratejo ya, y por acabarlo y colgarlo. ¿Dónde quiero llegar con esta parrafada? Pues a ningún sitio, copón. Sólo es que me gusta escuchar versiones de canciones que me gustan. Y este blog, como bien se indicó allá por el Manifiesto Fundacional, está para que me dedique a verter chorradas en el internéee. And that’s all, folks.

Propuesta de esas que luego no triunfan: poned en los comentarios vuestras versiones favoritas, y luego pongo un post con las de cada uno, o algo así. Anda. Dadle cera. 😉

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Versiones de Bad Romance

Lo de las versiones de Bad Romance me tiene anonadado. Sobre todo tres de ellas, que considero que han de ajuntarse todas juntas. Porque ellas lo valen. Seguramente ya hayáis visto dos de las tres, o las tres, pero bueno. Por hacer una entrada y estas cosas.

Esto es la original (no hace falta escucharla. De verdad)

Versión de Lissie:

Unos jashondos mentales que se llaman On The Rocks:

Y versión futbolera, con el Mundial de Sudáfrica en mente. Y utilizando uno de los lemas del torneo: al menos no somos tan malos como Francia

Habrá más. Habrá mucho más. Con entradas de verdad. Pronto.

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