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La casa de los encuentros, de Martin Amis.

Bueno, otra entrada propia, que iba ya siendo hora. Entre cambio de batcueva, navidades, percances varios y la pereza habitual, pues cuesta ponerse a escribir sobre cosas. Tanto que este libro, que según lo iba leyendo iba pensando en escribir en el blog, me lo acabé hace más de un mes. Pero, abundantes y delicados lectores, me van a tener que disculpar.

La casa de los encuentros (The House of Encounters, que para eso me lo leí en inglis) es un librejo que compré en mi última excursión a La Isla, sufriendo los malévolos precios de la segunda mano local: 1 ó 2 libras (con tilde la ‘o’, carajo). A Martin Amis – hijo del también escritor Sir Kingsley Amis, y que aprovecho a mencionar, era alcohólico, y para conseguir escribir se autoimponía una estricta disciplina en la que escribía un mínimo de 500 palabras por la mañana, para pasar a beber por la tarde – llegué a través de una recomendación, aunque pasé primero por Dinero (1984) y El Libro de Rachel (1973) – no es orden cronológico, sino autobiográfico, como diría Rob Fleming –, ambos cómodamente (y económicamente) editados en los Compactos de Anagrama, como el que estamos tratando.

Tras leer ambos, en el orden que pongo, y viendo alguna polémica – parece ser que se mete en bastantes follones –, al coger este libro y ver su descripción, entre que me sorprendió y me causó gran curiosidad. Porque este libro es un recuento de lo que sucedió en un gulag soviético en Siberia, por parte de un prisionero político (What else?), de vuelta hacia ese lugar ya con el mundo post URSS y post 11-S. ¿Cómo iba a relatar el que escribió algo como “The champions of militant Islam are, of course, misogynists, woman-haters; they are also misologists — haters of reason. Their armed doctrine is little more than a chaotic penal code underscored by impotent dreams of genocide. And, like all religions, it is a massive agglutination of stock response, of cliches, of inherited and unexamined formulations”1 (‘The voice of the lonely crowd’, en The Guardian) o… bueno, Dinero y El libro de Rachel, sobre lo terrible de un gulag? Martin Amis, en El Conocimiento, es caracterizado de la siguiente manera: “Amis’s raw material is what he sees as the absurdity of the postmodern condition and the excesses of late-capitalist Western society with its grotesque caricatures2. ¿Amis escribiendo sobre la represión de Stalin? Joder, eso tengo que leerlo.

Martin Amis, su madrastra Elizabeth Jane Howard y su señor padre, Sir Kingsley Amis (Foto tomada del Daily Mail)

Y el relato, la verdad, es que es sorprendente. Sorprendente en todos los aspectos. Desde los más humanos (la relación con su hermano, sus historias sexuales y amorosas, etc.) hasta aquellos momentos donde explora la acción humana en casos de extremísima necesidad (es un gulag en Siberia, recordemos, por lo que necesidades había a patadas). Y un poco sigue la línea de los Grandes Libros dedicados a Las Grandes Cabronadas de la Historia, junto a Matadero 5 de Kurt Vonnegut, de entre los recientes que he leído. Aunque Amis prescinde de los extraterrestres, aunque mantiene el recurso de los constantes flash-blacks – ya que la narración va dirigida a la hija del protagonista, en formato confesión.

Y creo que lo que más llama la atención de La casa de los encuentros es la frialdad. La frialdad al narrar las depravaciones morales del campo de concentración, de la condición humana. Pero no de la crueldad de los guardias, de la URSS, de Stalin, etc. Sino de los prisioneros y su mundo. De la desesperación. De las clases y subclases dentro de los prisioneros. No aparece la figura represiva de manera física, sino que es como una entelequia, como una especie de Panóptico donde la figura del guardia no es más que una silueta. Por ejemplo, es notable lo que dice a propósito de la muerte de Stalin (aunque no viene bajo este nombre en el libro, sino Joseph Vissarionovich, o Lenin como Vladimir Ilyich, o Brézhnev como Leonid Ilich):

Now he was nowhere. But he used to be everywhere […] An outrageously vast presence had disappeared; an outrageously vast absence took its place. In the vacuum everyone seriously believed that Russia itself would – would what? That Russia would stop existing.”3

En esto, por tanto, difiere mucho de otras narraciones de brutalidades del siglo XX, como por ejemplo en Si esto es un hombre (1956), de Primo Levi. Levi destaca la camaradería de los prisioneros, la crueldad de los colaboracionistas y los nazis, etc. Pero Amis no busca eso. Habla de crueldad, habla de miseria. Pero sin apego. Sin dolor. Sin remordimiento. Habla de los shiteaters (comedores de mierda) como infraclase dentro de los reclusos, de ‘guerras civiles’ entre los condenados. Y no hay respeto, no hay camaradería. Hay desprecio. Hay… diría que comprensión, pero tampoco. Hay un pasaje, sobre el acoso sexual que sufría su hermano, que dice que frialdad: “Estaba de moda, en esa época, que un animal [brute – clase formada por colaboracionistas de mucha fuerza física] tomase un fascista [un prisionero político] como mascota, aunque Lev clamase que era al revés”. Y el relato es de horror y degradación, pero también de mucho odio, sin un gramo de esperanza, sin un mínimo de voluntad por cambiar el mundo. Como dice casi al principio, odia Rusia, pero ya no sólo Rusia, sino Eurasia. Y quiere olvidarse de todo eso, no tiene solución. Dimite. Y lo curioso es que durante todos sus lamentos sobre Rusia, sobre el Dios de Rusia (o un Dios ruso), sobre el Estado, etc., va mencionando y poniendo en diálogo conceptos de Tolstoi, de Gógol, de Dostoievsky y de la Literatura rusa – esa que bien indiqué que no había leído – con los sucesos. Menciona lo que era una llamada de auxilio a una Rusia atrasada de estos autores, y devuelve desesperanza (“Rusia es el país de la pesadilla. Y siempre de una pesadilla compleja. Siempre de la pesadilla de más talento”).

Y hay sexo. Sexo. Ahí. En el gulag. Pero no el de Dinero o El libro de Rachel. Es un sexo maquinal. Y los prisioneros querían sexo. Es algo que no se quedaba fuera del campo, sino que se seguía soñando con mujeres. Aunque los conceptos de hombre y mujer como seres sexuales en el campo…

And you know who you’re like? You’re like the men ad women in camp – the men and women who aren’t men and aren’t women. They had it taken away from them.4

Bueno, más menos esto por ahora. A ver si no vuelve a pasar tantísimo tiempo hasta que vuelva a escribir. Mientras tanto, queda altamente recomendado La casa de los encuentros, colocándose como mi favorito de Martin Amis – de los 3 que he leído, quedando El libro de Rachel no muy lejos, y un poco más atrás (con un 6,5-7 sobre 10) Dinero.

 

1 “Los campeones del Islam militante son, por supuesto, 
misóginos, enemigos de las mujeres; también son 
misologistas – enemigos de la razón. Su doctrina armada
 es poco más que un código penal caótico, subrayado por 
impotentes sueños de genocidio. Y, como todas las 
religiones, es una masiva aglutinación de respuestas 
obvias, de clichés, de formulaciones no examinadas y 
heredadas”. (El artículo está traducido entero en 
http://elcajondewatson.blogspot.com/2008/09/martn-amis.html)

2 “La materia prima de Amis es lo que él ve como lo 
absurdo de la condición postmoderna y los excesos de
 la sociedad occidental del capitalismo tardío, con 
sus grotescas caricaturas”

3 “Ahora él no estaba en ningún sitio. Pero antes 
solía estar en todos sitios […] Una desaforadamente
 vasta presencia había desaparecido; una desaforadamente
 vasta ausencia tomó su lugar. En el vacío, todos creían
 seriamente que Rusia misma haría – ¿haría qué? Que 
Rusia misma dejaría de existir” (p. 121 y 177)

4 “¿Y tú sabes cómo quién eres? Tú eres como los hombres
 y las mujeres en el campo – los hombres y las mujeres 
que ya no son hombres y no son mujeres. Se lo habían 
quitado” (p. 184)

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Matadero Cinco: So it goes

Este libro, Matadero cinco, de Kurt Vonnegut (1969), lo he leído en primer lugar por recomendación del peaso artista de The Flying Monkey Squad (¡Visiten su blog! ¡Clicken en los links!), y aproveché que alguien se lo compró para hacer un préstamo. Si lo estás leyendo: prometo que lo devolveré. Y por cierto, hay peli.

Mr. Kurt Vonnegut Jr. Tiene pinta de tío majete. Y tiene una frase brillante: "True terror is to wake up one morning and discover that your high school class is running the country"

En fin, más menos el argumento… Es un libro antibelicista, y como muchos de esos – o digamos, los mejores – está ambientado en una guerra (en este caso la Segunda Guerra Mundial), aunque con abundantes flashbacks y flashforwards, lo que en ocasiones, al menos a mi, deja en algunos momentos preguntando en qué año está la narración en ese momento. El libro, por tanto, va reflejando la locura de la guerra y los personajes involucrados – no el de los generales, sino esos que van desde el redneck que se cree destinado a salvar el mundo hasta un tirillas que no sabe bien qué hace por ahí, como el protagonista, pasando por adolescentes a los que se les ha puesto un uniforme y dado un rifle –, sumando además unas buenas dosis de… para no romper argumentos, ciencia-ficción (en la web de Anagrama pone: “los pasajes de ciencia-ficción funcionan a la manera de los payasos de Shakespeare”) / ensayo con reflexiones sobre la humanidad, etc. Además, parece ser que hay bastantes partes autobiográficas, por lo que Mr. Vonnegut fue uno de esos estadounidenses que tuvo que patearse parte de Europa entre 1944 y 1945.

Mencionar una cosilla más sobre el libro en sí: un recurso que utiliza sin parar, que es el poner “so it goes” (me lo leí en inglés, ¿qué pasa?), que vendría a significar algo como “y así va todo” – si alguien sabe cómo se tradujo, pues que aporte. Es un poco el símbolo identitario de esta novela, y tiene desde su mención en la Wikipedia hasta el encabezamiento del artículo sobre la muerte de Vonnegut en The Guardian. Y al principio no te dice mucho, pero cuando llevan 50 veces (hay 106 veces) te dan hasta escalofríosprovoca desazón. Y hay pocas, muy pocas veces, que 3 simples letras pueden causar semejante sensación en un libro. Y, como dice Alex Clark en el artículo:

“The words recur throughout the book each time a death is recorded and what they imply lies at the centre of any understanding of Vonnegut’s work: fatalism, stoicism and the acceptance that no use will come of shrinking away when the worst has happened.” (“Las palabras se repiten a lo largo del libro cada vez que una muerte es documentada, y lo que implican se aloja en el centro de cualquier entendimiento de la obra de Vonnegut: fatalismo, estoicismo, y la aceptación de que echarse atrás no será de utilidad cuando lo peor ha pasado”.)

Una de las cosas que me ha llamado la atención del libro – y que además enlazo con Shutter Island (Martin Scorsese, 2010) – es el tema del post-trauma de la Segunda Guerra Mundial. Obviamente, ya no sólo los que fueron llevados a campos de exterminio o de trabajo quedaron traumatizados, sino soldados de todas las nacionalidades, civiles… Vamos, sí, una obviedad. Comentaba con alguien (impresionantemente esta vez me acuerdo con quien, no como el resto de veces) sobre la curiosidad que me dan los alemanes que participaron en la guerra, que hicieron lo que hicieron, y cómo lo pudieron negociar después. Pero vamos, a lo que iba: en Shutter Island y Matadero Cinco los personajes principales son gente trastornada por la guerra, con problemas que en otras guerras han tenido más resonancia. ¿Cuántas veces habremos visto o leído sobre el síndrome post-traumático de los veteranos de Vietnam o de la Guerra del Golfo (la primera)? De la Segunda Guerra Mundial parece que todo tipo de secuelas se ‘decidieron borrar’, o quizá que fuesen consideradas ‘tonterías’, ya que lo que se suponía era es que los hombres, si había guerra, iban al frente, las mujeres a la industria y a jugar a béisbol para que siga el espectáculo, y que la vuelta sería tranquilidad, gloria, vuelta a la normalidad y a la suburbanidad, y la sensación de trabajo bien hecho tras haber barrido a los alemanes y japoneses. Así que siempre está bien ver este tipo de ejemplos.

Supongo que si te gusta una historia tranquila, bonita, lineal, y con final feliz, pues este libro… vamos, ni lo habrás leído ni lo irás a leer. Pero si estos 4 elementos no son condición exclusiva para comprar / coger un libro de la biblioteca, pues se recomienda encarecidamente. Dentro de mis calificaciones, pues Mooola.

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Nivel novedades: estamos ansiosos porque llegue un colaborador a este, vuestro blog de cabecera, este blog, así que lo voy poniendo como medida de presión. Además, se recuerda que si alguien quiere escribir algo o sugerir lo que sea, que hable, que escuchado será.

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